En nuestra sociedad, los pensamientos están sobrevalorados. Nos tomamos muy en serio lo que pensamos y opinamos, y de allí nace mucho sufrimiento. Porque la realidad que nos rodea, la mayoría de las veces, no se corresponde con lo que nosotros pensamos que debería ser. Y por eso nos enfadamos, sufrimos, luchamos,…
A lo que pensamos le otorgamos un grado de verdad, de relevancia y de gravedad que en realidad no le corresponde. Porque son solo pensamientos, que van y vienen, son volátiles, cambiantes, totalmente subjetivos, y muchas veces superfluos y redundantes.
¿Y si fuéramos capaces de reducir esa importancia y esa credibilidad absoluta que les damos? ¿Podríamos empezar a relacionarnos con ellos de una forma más relajada? No evitarlos, no suprimirlos, sino observarlos: ver cómo surgen y cómo vuelven a desaparecer. Porque es lo que naturalmente hacen, si no les «damos cuerda». ¡Aquí está el punto clave!!! Los pensamientos per se no son gran cosa; lo que pasa es que los hacemos grandes e importantes al dedicarles nuestra total atención, al hacerles caso, al darles cuerda, y al identificarnos con ellos.
Si queremos dejar de sufrir tanto, la clave está en estas dos cosas:
1) el manejo de nuestra atención y 2) la revisión a la baja del grado de importancia otorgada a los pensamientos.
***Por cierto, por si te interesa: estas claves junto con la gran cuestión “Quien soy” se trabajan en un Retiro de Meditación! Muy recomendable si no quieres sufrir tanto. ***
Aprendiendo y poniendo en práctica estos dos “trucos” estaremos labrando la tierra de nuestro interior para cultivar allí, día sí y día también, lo más valioso para nosotros para vivir bien y la mejor aportación que podemos hacer al mundo: cultivar y sentir Paz en el corazón.